sábado, 2 de enero de 2010

Momento Kodak

Un día de diciembre iba viajando en el tren hacia la zona sur, cuando interrumpió el viaje un vendedor ambulante, muy simpático y amable. El hombre vendía unas polvitos de colores y un molde redondo plástico, con eso y un minuto de paciencia se formaban unas pelotitas de esas que pican en el suelo. Mucha gente en el vagón, curiosa pedía el producto y hasta lo compraba, porque siempre hay algún sobrinito, ahijado, primito a quién regalárselo. En un momento dado, el hombre ofrece su producto a un nene que venía con su mamá, la madre puso cara de que no era buen momento de comprar nada, le dijo al vendedor, "la próxima, ahora no hay plata", mientras el nene miraba hacia abajo. El vendedor respondió "ningún problema, recuerde mi cara así sabe que soy yo el vendedor". La cara del nene decepcionado por el regalo que no fue, me impactó y por ello, busqué en mi monedero plata para comprarle uno, de paso me paré porque bajaba en la próxima estación. Nada fue necesario, el vendedor habló con un joven que estaba en la puerta justo para bajar, le dio en las manos una cajita de los polvos con el molde y le dijo, "dásela a ese nene de ahí". El joven acudió al pedido, se acercó y se lo dio. Los ojos del nene se iluminaron... la madre no comprendía nada y le decía al nene que se lo devuelva al joven... el joven bajo del tren y el vendedor le dijo a la madre "ya está, lo pagó él". El nene de la emoción que tenía y la confusión de cómo eso llegó a sus manos, abrazó a su madre.
No vi una escena tan tierna y tan llena de humildad hacía mucho tiempo.
Creo que el vendedor se llenó de alegría ante semejante gesto, el nene quedo sorprendido y agradecido, la madre igual... yo al igual que otros pasajeros que disfrutamos la escena, quedamos con una sonrisa en nuestro rostro, poco habitual en el viaje en tren.
En fin, momentos "kodak" para compartir.... Kodak porque son para sacar una foto instantánea y recordar siempre que hay gente buena que hace cosas buenas.

domingo, 28 de diciembre de 2008

La soledad del transeúnte cuando cae el sol

Es de público conocimiento que el epicentro de la capital, más conocido como el microcentro porteño, está comprendido por un par de manzanas, una decena de semáforos, un millar de autos negros y amarillos, y mucha (pero mucha) gente. Ahora bien, esta excéntrica mezcla comienza a desvanecerse con la desaparición del sol. Cerca de las veintidós horas de vida del día, este paisaje aglutinante parece relajarse, descomprimirse, distenderse. Son pocos los que rozando la medianoche deambulan por el desértico centro porteño, aunque todavía esos autos bicolores transitan con algún que otro pasajero, y los colectivos siguen pasando (más espaciadamente, pero siguen pasando), pero siempre alguien queda. Esa historia que queda, pertenece a ese lugar, empezó allí y allí ha de terminar, esos pocos que quedan respirando el ya viciado aire de la noche, son testigos indirectos de la soledad de las calles. Confieso que hay algunos tramos del microcentro que me producen cierta melancolía, no defino bien porqué, pero me despiertan sensaciones raras, por momentos de leve tristeza, y por otros momentos de añoranza. ¿Será que el centro porteño simboliza el centro del ser humano en sí?, es como si fuera su esqueleto, o más importante aún, su corazón. Obviamente que la gente que vive en el campo, no experimenta nada de esto, sino todo lo contrario, expresa cierto aire de ahogo, de agobio, de extrañeza, todos sentimientos que yo no sentí nunca por el lugar (tal vez me pasaría eso si me fuese a vivir al campo, aunque suene raro, sintiendo lo que siento por la capital, me sentiría extraña en otro lugar distinto). ¿Puede ser que tantas vacaciones veraneando en la costa atlántica me hayan despertado este cariño por el tumulto?, no lo sé, porque no sólo me gusta el microcentro con luz solar, sino que también aquel iluminado por luz artificial, aquel que ve morir el día, y ve nacer la noche, aquel que al igual que quienes lo recorren, por momentos siente soledad, la misma que me provoca a mi el oír el primer verso del tango “A media Luz”.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Los fin de año nos ponen melancólicos…

Para no abandonar este hermoso ejercicio de escribir en un blog, he decidido continuarlo un tiempito más. Aprovechando que estamos en épocas festivas, épocas en las que los bizcochitos Don Satur son reemplazados por más y más pan dulce a la hora del mate, épocas en las que hay que hacer largas filas hasta para ir a la mercería a comprar un botón para esa camisa que quedó a medio coser, debido a la locura que se le despierta a la gente, ese deseo imparable de colmar todos los negocios habidos y por haber en búsqueda de mejores precios para los regalitos de navidad, estamos en esa adorable para unos, insoportable para otros, época navideña. Poniendo en la balanza lo bueno y lo malo de estos días… lo bueno es que se prepara mucha ensalada de frutas ( y eso es bueno por el calor, y para no deshidratarse); lo malo es que hacen demasiada ensalada para cuatro gatos locos, y va sobrando y sobrando, y los últimos días ya hasta se pone fea, pero bueno no estamos en época de tirar nada. Lo bueno es que la familia trata de estar unida, de pasar un buen rato, lo malo es que de tan unidos y dado a que no hay remises ese día, la familia debe dormir toda en la misma casa si viven lejos, por ende unos duermen en camas, otros en el piso, unos roncan, otros se levantan 6 veces mínimo al baño, los más viejitos a las seis de la mañana ya están levantados tomando mate con los restos de pan dulce de la noche anterior, y uno (vago como siempre) hasta las doce del mediodía que está la comida del 25 no se levanta. Tenemos un receso, un par de días en los que hacemos espacio en el estómago para darle lugar a la comida de fin de año. El fin de año es algo más liberal, ya no se pasa sí o sí con la familia, un puede optar por irse con amigos, o buscarse familias sustitutas, el caso es el mismo. Uno entona desde temprano ya con la sidra, como está con los amigos se hace “el goma”, el que se las sabe todas y empieza a mezclar bebidas, claro así llega a las 23:45 con una mamúa tremenda, poniendo en duda si aguantará hasta las doce para el brindis, y finalmente, no se sabe como pero uno llega. Se produce el brindis, todos se saludan y se abrazan con todos, (el resto del año se llevan a las patadas obvio, pero ese día, no se sabe bien por qué hay un cariño especial, debe ser la época), algunos se van afuera a ver los fuegos artificiales, otros se preparan para rajar en búsqueda de otros amigos y otros festejos. Los dueños de casa, como siempre, no se van de “rotation” sino que se quedan limpiando un poco la casa, para luego disponerse a dormir de corrido el primero de año, pero esto no ocurre, porque al igual que los viejitos de la navidad que a las seis de la mañana, ya sea por el calor, o simplemente porque duermen poco, ya están levantados tomando mate o café. En fin, no todos pasan sus fiestas de esta manera, algunos la pasan peor… pero lo importante es que por más recelo que uno le tenga a la época festiva que se da a finales de diciembre, no debe olvidar su significado, el cual yo no lo sé, pero bueno, tengo tiempo para averiguarlo todavía. A tomar las fiestas con calma, y no como una reflexión de fin de año, sino como un consejo.
¡A cuidarse de las garrapiñadas adulteradas que venden en el tren!

Felicidades.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Nada más queda...




Fue un placer compartir esta cursada.

Reflexión de final de cursada

“Los géneros literarios dependen, quizás, menos de los textos que del modo en que éstos son leídos. El hecho estético requiere la conjunción del lector y del texto y sólo entonces existe”. (Jorge Luis Borges)

Esta frase, resume para mí toda la cursada. En cuanto a la propia experiencia, todo lo visto en clase llegó a mí de diferentes maneras, o por diferentes aspectos. Si bien, me interesaron más algunos géneros que otros, ninguno me desagradó ni me llevó a pensar que era en vano que estuviese en la cursada. Todos estuvieron allí por algo. Algo así como…una suerte de destino, y si verdaderamente esto fue así, y todo lo leído (pensado globalmente, en conjunto) estaba destinado a que yo lo lea, ¡bienvenido sea ese destino tan enriquecedor! No sólo me queda la experiencia de haber leído uno o varios textos, sino que me queda la experiencia de haberlos sentido, y ¿qué mejor que sentir un texto?, donde no busqué comprenderlos del todo, ni buscarle explicaciones para mi comprensión, simplemente los sentí. Obviamente que unos se sienten más que otros, pero todos son de por sí, ahora, parte de mí. Esta apropiación de textos por mi parte, la tomo como un “préstamo” de por vida, ya que todos ellos dejaron algo en mi persona, me brindaron al menos una palabra que desconocía y que por el mero hecho de seguirle el ritmo al texto, averiguaba su significado, una metáfora que me hacía tener una visión diferentes del mundo, una simple y pequeña historia que arrastraba consigo otra compleja y gran historia. Todo lo visto, sirve de base, de una sólida base de conocimiento, comprensión y aprendizaje. ¡Qué más se puede pedir!
Fue un agrado compartir esta cursada, más allá de los contenidos internos de la materia, también estaban los contenidos externos tales como los compañeros de clase, que día a día demostraron que subían un escalón más hacía el camino de la escritura, algunos hasta me han sorprendido en sus formas de escritura, otros me han deleitado con lo mismo, otros simplemente oyeron y aprendieron, no creo que ninguno haya quedado a mitad de camino, creo que todos avanzamos, unos más otros menos, pero no nos quedamos estáticos, nos movimos, nos movemos.

Ensayo (parte I)

Sujeto Tácito: el que escribe y no está

Los vencedores cuentan la historia,
los vencidos la escriben.
(Ricardo Piglia)

¿Es posible analizar la obra literaria de Walsh, independientemente de su militancia política? Eduardo Jozami creerá que estas dos variables son inseparables, la palabra y la acción aparecerán como conjunto, tal como lo manifiesta en el título de su obra. Esta no es sólo una idea antojadiza de Jozami, sino que también es una pregunta que el mismísimo Walsh se hacía para pensar su propia literatura. ¿Qué le corresponde escribir a un militante y qué no?
El sello distintivo de la literatura de Walsh es la realidad que se manifiesta en sus escritos, al punto tal de casi anular la ficción. Paradójicamente, también es la literatura la que termina politizando a Walsh, dado que empieza a adquirir cierta conciencia a la par de que comienza a escribir Operación Masacre (1957) casi por casualidad (o por extraña causalidad) cuando un hombre pronuncia una frase que capta su atención: “hay un fusilado que vive ”. Me pregunto que hubiera pasado si no hubiera escuchado estas palabras, ¿su vida como escritor hubiese sido la misma? Esto me recuerda a una frase de El conde de Lautrèamont que decía que “los más grandes efectos, lo producen a menudo, las más pequeñas causas²”. Operación Masacre anticipa nueve años lo que en Estados Unidos se dio a conocer como non-fiction o nuevo periodismo, de la mano de Truman Capote con su libro A sangre fría (1966).
Sin embargo, existen diferencias en las intencionalidades de cada autor. Mientras que Capote buscaba realizar una exploración estética y una renovación literaria basada en comenzar a pensar al periodismo como arte (tal como lo expresa en el prefacio de Música para camaleones), la idea de Walsh trascendía la búsqueda estética y tenía un carácter denunciante, exigiendo a su vez un contrato con el lector para que éste no mire lo superficial, y pueda alcanzar una visión de realidad: “Si alguien quiere leer este libro como una simple novela policial, es cosa suya. Yo no creo que un episodio tan complejo como la masacre de Avellaneda ocurra por casualidad³”. En esta cita, Walsh propone
explícitamente una lectura política de lo que se está diciendo. Otra diferencia entre ambos autores consiste en que mientras uno golpeaba las puertas de las editoriales (espacio por excelencia de distribución literaria), el otro publicaba sus escritos, primariamente, en espacios tales como el semanario de la CGT (¿Quién mató a Rosendo?), o el diario Revolución Nacional (donde aparecieron los primeros reportajes correspondientes a su obra Operación Masacre).
Existe un cierto debate acerca del género no-ficción, poniendo en discusión si este es o no un nuevo género. Los que no lo consideran como tal dirán como argumento que sólo se trata de una reaparición del momento realista, una suerte de realismo tardío. Pero, ¿qué es lo que pasa (para decirlo en palabras de Norman Mailer) cuándo la realidad ya no es realista? Hay en éste género un juego dual, en el que no se puede decir que se está ficcionalizando cuando lo narrado ocurrió realmente, pero tampoco se puede decir que se habla de la realidad (como algo inmutable) cuando el lenguaje (por definición y por esencia) no es transparente, sino que es siempre una re-presentación de lo real, re-significación de lo real y transformación de lo real.
A pesar de este estrecho vínculo con la realidad, Walsh no renunciaría a la experimentación literaria, tal como lo muestra en cuentos como “Fotos” y “Nota al pie”, exhibiendo que su literatura trascendía en profundidad la discusión de qué es lo que debe escribir un militante.

Ensayo (parte II)

En “Fotos”, en ningún momento aparece una linealidad (con linealidad me refiero a los sucesos narrados sincrónicamente uno tras otro) en el relato, ni temporal, ni espacial. Se vale de distintos recursos como anotaciones, cartas y diálogos. Al lector no le aparece toda la historia ya construida, sino que es quien lee el encargado de ir armando la historia (como un rompecabezas). De esta manera se presenta una decisión estética que vuelve a involucrar a un lector activo. Esta forma de narrar fragmentaria tampoco está alejada de la realidad, una realidad en la cual muchas veces somos nosotros los que la vamos construyendo y entendiendo, superando los obstáculos que ésta nos presenta. En lo que refiere al contenido del texto, Walsh instala a través de sus personajes un debate ya histórico en el seno del arte ¿Qué es lo que ocurre cuando la fotografía entra en acción en el campo artístico? Aquí, el personaje principal (Mauricio) se quiere forjar como artista, mediante la fotografía y concibe dentro de ella un fenómeno aurático, la captación de algo que trasciende la propia realidad, y que puede aparecer solamente allí, en lo fotografiado. No obstante, aparecen otras voces en el relato que ponen en discusión esta concepción (por ejemplo, para el personaje de Ordóñez “un fotógrafo es un peluquero, un boticario, a ver si al peluquero o a mi se nos da por hacernos los artistas” ) También aparece, en este caso, casi de manera unívoca la visión de la fotografía como documento histórico, cuando se incendia el espacio donde las fotos estaban guardadas, todos advirtieron la gran perdida para el pueblo. Aparece de trasfondo en esta historia, una dicotomía histórica dentro de la Argentina: el campo como opuesto de la ciudad.
En “Nota al pie” también realiza una experimentación formal-estética, la nota al pie utilizada como simple aclaración marginal, en este relato se convierte en la parte central de la historia, en un recurso que va cobrando vida. Se puede realizar una analogía entre lo que sucede en la realidad (social) y lo que sucede en el relato: frente a las diferentes voces que aparecen acalladas y marginadas en una sociedad, Walsh propone romper con lo establecido, y que esas voces cobren relevancia.
Walsh pensará su propia escritura como un oficio, “el violento oficio de escribir”, y como un “avance laborioso a través de la propia estupidez”, un trabajo metódico que él mismo ejemplifica cuando explica cómo escribió una nota publicada para el periódico Siete Días: "Para la nota sobre luz eléctrica invertí 60 páginas de apuntes y transcripciones, unas 30 páginas de borradores y 20 páginas de original, es decir un total de 110 carillas dactilografiadas. Realicé unas 6 horas de grabación. Invertí un total de 87 horas de trabajo, repartidas en 13 días, o sea casi 7 horas diarias” . La escritura, aparece entonces como un trabajo en contraposición a una idea de artista-escritor que escribe inspirado por las musas o por una iluminación divina. Se opone rotundamente a ideales como el de Rilke, quién proponía que no podría escribir aquel que no tuviera una necesidad espiritual (en oposición a la materialidad) “Sólo hay un recurso: vuelva sobre si mismo. Indague cuál es la causa que lo mueve a escribir; examine si ella expande sus raíces en lo más profundo de su corazón. Confiésese a usted mismo si moriría, en el supuesto caso que le fuera vedado escribir. Ante todo, pregúntese en la más silente hora de la noche: ¿debo escribir? Hurgue dentro de sí en procura de una profunda respuesta y, si esta es afirmativa, si puede afrontar tan serio interrogante con un fuerte y simple DEBO, entonces construya su vida según esta necesidad".
Esta idea de pensar a la escritura en relación al trabajo y el oficio es una idea propia de los modernismos artísticos. Baudelaire ya a la hora de escribir “Las flores del mal”, empezó a entender la escritura como una labor pedregosa, donde el poeta ya no escribía por impulso como en el romanticismo, sino que lo hacía en una relación tensa con su material de trabajo, con infinitas correcciones y reescrituras. También en el caso de Baudelaire aparece un fuerte rechazo a la figura del burgués. Concepciones como éstas, abren un espacio para la aparición de nuevos escritores que ya no tienen que esperar a que la inspiración divina surja, sino que deben tomar su pluma y comenzar a escribir en un ejercicio de prueba-error. Ese ejercicio que ejemplifica Walsh, no será un ejercicio de escribir por escribir, del arte por el arte en una esfera autónoma que le da la espalda a la sociedad. Pienso en aquello que escribió Oscar Wilde alguna vez: “Podemos perdonar a un hombre por hacer algo útil siempre que no lo admire. La única excusa para hacer algo inútil es que uno lo admire intensamente” pero ¿por qué no se podría admirar algo útil? Más aún cuando esa utilidad tiene que ver con pensar en el otro, ofrecerle otra mirada, mostrarle la otra cara de la moneda.
En Walsh, el arte y el oficio de escribir recuperan en cierto sentido una fisonomía humana que se había perdido con un arte deshumanizado que tendía cada vez más a la abstracción y a las formas geométricas. Aparece entonces el hombre recuperado, forjando su propio destino y su propia identidad, enfrentándose con un mundo convertido en una gran herida y buscando cicatrizarla, a través de cada palabra.